Los «chalecos amarillos» volverán a manifestarse mañana en la cuarta cita de protestas que han tomado una dimensión sin precedentes y en medio de la cuales se teme que París pueda convertirse otra vez en un escenario de violencias. No obstante la decisión del presidente francés, Emmanuel Macron, de anular el aumento de los impuestos al combustible durante todo 2019, este sábado se reiterarán las jornadas de protestas y por ellas joyas de la capital francesa estarán cerradas, como el Museo del Louvre y la Torre Eiffel.
La violencia se extendía por todas partes: de hecho, hoy estudiantes y policía se han enfrentado en todo el país, con más de 700 detenciones, algunas lesiones, daños e incendios. Frente a la escalada de tensión, el gobierno ha multiplicado sus llamados a la calma, mientras el primer ministro, Edouard Philippe, se refirió hoy a las hostilidades persistentes.
«Hay chalecos amarillos que dicen que quieren marchar en el Elíseo, otros que amenazan de muerte a quienes quieren tratar con el gobierno. Pero la República es sólida, las instituciones son fuertes», aseveró Philippe. Entretanto, una fuente del Palacio del Elíseo llegó a hablar hoy de un «intento de golpe de Estado», según reveló una fuente citada por Le Figaro. Ya el miércoles el gobierno temía otro sábado caótico en París, con choques «muy duros» con los «chalecos amarillos», quienes, según un sondeo, para 6 de cada 10 franceses son un movimiento «inquietante».
Macron sigue sin hablar, mientras, según fuentes de la prensa francesa, las amenazas telefónicas de los «chalecos amarillos», en algunos casos amenazas de muerte, han llegado a prefectos y personas cercanas al presidente francés. Las fuerzas del orden, que en los últimos días habían expresado agotamiento por la presión de las últimas semanas y no dispuestas a realizar más esfuerzos, se desplegarán en masa: en efecto, unos 89.000 agentes cubrirán todo el territorio, entre ellos, 8.000 en París, una cifra nunca antes vista. También aparecerán vehículos blindados en las calles de la capital.
Como medida de precaución, la Torre Eiffel, el Louvre, el Museo de Orsay y casi todos los otros museos y teatros estarán cerrados. El prefecto ha invitado a las tiendas de los Campos Elíseos a que permanezcan cerradas, mientras una gran cantidad de escuelas, jardines y gimnasios, permanecerán con las persianas bajas. Los bancos y muchas tiendas protegerán las ventanas de la calle con barreras de metal o de madera.
Seis partidos de fútbol de la liga francesa, incluido el de el Paris Saint-Germain, se han pospuesto. En las redes sociales, las consignas son cada vez más fuertes: «Macron, estamos llegando», «Disolución del Parlamento», «Todos a la Bastilla».
El oficialismo pidió calma, mientras la derecha, el centro y la izquierda del arco político se unieron en llamar a manifestarse sin violencia o quedarse en casa dada la gravedad del momento. El sábado pasado, unas 270 personas fueron arrestadas y hubo más de un centenar de heridos, entre ellos 17 miembros de las fuerzas de seguridad.
El presidente de Francia repudió en Buenos Aires el ataque al Arco del Triunfo y a la policía, y criticó que se destruyan edificios y automóviles en las calles. A mediados de noviembre, los «chalecos amarillos» cortaron unas 2.000 carreteras y calles en todo el país, siempre con la queja de la decisión de Macron de subir los gravámenes que se aplican sobre la gasolina y el gasoil.
El aumento de combustibles estaba previsto a partir del próximo 1 de enero, y era justificado por el mandatario francés con la idea de alentar a los conductores a que cambien sus coches por otros más ecológicos, en sintonía con los compromisos ambientales de Francia, como reducir sus emisiones de CO2.