El expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, tras dos días de resistencia en el sindicato del que surgió a la política, se entregó esta noche para comenzar a cumplir los doce años de cárcel que le impuso la Justicia por corrupción y ya fue recluido en una celda especial en la ciudad de Curitiba.

«Cometí un crimen», que fue «llevar los pobres a la universidad, permitir que compren coches, que tengan comida» y «si es así, seré un criminal el resto de mi vida», dijo Lula en un discurso cargado de emoción que fue una despedida de los miles de simpatizantes que, desde el jueves, rodearon el sindicato en que se había atrincherado.

«La muerte de un combatiente no para la revolución», dijo Lula y con esas palabras puso fin a la resistencia que inició el pasado jueves, cuando después de que la Justicia dictara un auto de prisión en su contra, se enclaustró junto a dirigentes del Partido de los Trabajadores (PT) y de movimientos sociales en el Sindicato de los Metalúrgicos de Sao Bernardo do Campo.

El favorito para ganar las elecciones brasileñas de octubre aceptaba su destino en el presidio. Sin embargo, tras finalizar el discurso aún se hizo esperar: fue llevado a hombros hasta el edificio donde había estado refugiado en los dos últimos días y almorzó por última vez con su familia. Sobre las 17.00 de la tarde se dispuso a salir en un coche, pero decenas de militantes bloqueaban la puerta y gritaban que no le iban a dejar marcharse. Volvió al edificio y la situación se prolongó durante hora y media, en un ambiente muy tenso.

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Al final, el expresidente salió a pie y, entre empujones, se subió a un vehículo blindado de la policía. Eran poco después de las 18.40 de la tarde y Lula quedaba técnicamente detenido. Sobre las 20.00 llegó a la sede de la Policía Federal en São Paulo para someterse al preceptivo examen médico. Otro grupo de ruidosos militantes le esperaba allí. Solo se demoró unos minutos para salir en helicóptero hacia el aeropuerto de Congonhas, donde lo esperaba un avión rumbo a Curitiba, la ciudad en la que cumplirá condena.

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Nueve personas resultaron heridas, entre ellas una niña y un policía, en los disturbios que se produjeron a las puertas de la sede la Policía Federal de Curitiba durante el ingreso en prisión del expresidente brasileño, según fuentes oficiales. Los incidentes ocurrieron cuando aterrizó en el recinto el helicóptero en el que viajaba Lula y explotaron dos supuestos petardos en medio de la concentración de simpatizantes del exmandatario, según señaló la Policía Militarizada.

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Los agentes federales que se encontraban en el interior de la sede policial reaccionaron entonces lanzando gases lacrimógeno que obligaron a los partidarios del líder del Partido de los Trabajadores (PT) a dispersarse calle abajo. Las fuerzas de seguridad también hicieron uso de balas de goma contra la masa de manifestantes que apoyaban a Lula. Ninguno de los heridos se encuentra en estado grave, si bien algunos de ellos fueron trasladados a hospitales de la zona, de acuerdo con el organismo.

El juez Sergio Moro, que lo declaró culpable de corrupción en un caso asociado al escándalo en Petrobras, le había dado plazo hasta las 20.00 GMT del viernes para entregarse, pero Lula lo ignoró.

Hubo complejas negociaciones para su entrega con la Policía, que se vio inhibida de intentar cumplir el mandato del juez en un predio que estaba rodeado por miles de incondicionales de Lula, pues temía que hubiera enfrentamientos.

La última excusa para postergar su encarcelamiento fue una misa celebrada hoy en el sindicato, en memoria de su fallecida esposa, que habría cumplido 68 años.

Lula rompió su encierro y su silencio con la misa, y pareció surgir el líder sindical de puño alzado y verbo encendido de años atrás, que atacó a la «elite», a la prensa y a «jueces al servicio los poderosos», a los que acusó de llevarlo tras las rejas para evitar que vuelva a gobernar.

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Pero tampoco se dio por vencido. «Saldré de esta más fuerte, más verdadero y más inocente, porque voy a probar que ellos cometieron el crimen de perseguir a un hombre sin culpas», dijo.

Quizás previendo que puede estar en prisión más tiempo del que calculan sus abogados, que aún confían en recursos que deberán ser juzgados en los próximos días, agregó que sus adversarios «van a darse cuenta que el problema de este país no es Lula», pues «habrá millones de lulas andando» por el país.

La entrega de Lula se demoró varias horas después de su discurso

La entrega de Lula, sin embargo, se demoró varias horas después de su discurso e incluso casi fue impedida por decenas de militantes que bloquearon los portones y no dejaron salir su automóvil.

Tras unas tensas negociaciones, Lula salió caminando en medio de un enorme tumulto, subió a un automóvil y partió, seguido de inmediato por un convoy de la Policía Federal.

El expresidente fue trasladado este mismo sábado en avión a Curitiba, donde cumplirá la condena recluido en una celda de 15 metros cuadrados especialmente preparada para él.

El PT, que ha sufrido su más duro golpe desde que Lula lo fundó en 1980, anunció que ahora la «resistencia» será mayor.

La presidenta del partido, Gleisi Hoffmann, convocó a toda la militancia de izquierdas a «ocupar» Brasilia y Curitiba, hasta que Lula deje la prisión.