El Parlamento británico rechazó ayer el acuerdo para el Brexit que alcanzó la primera ministra británica, la conservadora Theresa May, con la Unión Europea.
Por 432 votos en contra y 202 a favor, la Cámara de los Comunes votó en contra del pacto presentado por May, que cuenta ahora con un plazo hasta el próximo lunes para exponer un plan alternativo.
El líder de la oposición, el laborista Jeremy Corbyn, anunció la presentación de una moción de censura contra la primera ministra que se discutirá y votará este miércoles. Las primeras reacciones parlamentarias apuntan a que probablemente May logrará superar la moción.
El líder laborista ha recibido un regalo envenenado del Parlamento. La magnitud de la derrota le ha obligado a dar el paso y a renunciar a seguir midiendo los tiempos. No dispone de suficientes apoyos. Los unionistas norirlandeses del DUP, que sostienen la exigua mayoría conservadora y han votado este martes en contra del plan del Brexit, ya han anunciado que no respaldarán la moción de censura. «Daremos al Gobierno espacio para poder sacar adelante un plan que asegure un mejor acuerdo con la UE», ha anunciado su líder, Arlene Foster.
Del mismo modo, los euroescépticos liderados por el ultracatólico Jacob Rees-Mogg también han anticipado que no llevarán su deslealtad tan lejos como para votar por la caída del Gobierno. El exministro de Exteriores y euroescéptico acérrimo, Boris Johnson, ha indicado que «el problema no es Theresa May sino el acuerdo fallido del Brexit». Corbyn cuenta solo con los apoyos de los nacionalistas escoceses del SNP (35 diputados) y de los liberales demócratas (11 diputados). Ni siquiera tiene claro el respaldo de todo su grupo parlamentario, lleno de restos de la era del ex primer ministro Tony Blair, y proclive de forma mayoritaria a la permanencia dentro de la UE.
El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ha lamentado la decisión del Parlamento británico en un comunicado, en el que ha indicado que la posibilidad de un Brexit sin acuerdo está más cerca. «El riesgo de una retirada desordenada de Reino Unido ha aumentado con el voto de esta noche. Pese a que no queremos que eso ocurra, la Comisión Europea seguirá con sus trabajos de contingencia para ayudar a asegurar que la UE esté totalmente preparada», ha indicado.
A diferencia de la moción de censura española, la británica (llamada «moción de no confianza» en sus términos en inglés) no tiene que ser constructiva ni obliga a presentar un candidato alternativo. Es básicamente un mecanismo para provocar el adelanto electoral, junto a la propia decisión del Gobierno. Por eso May se ha adelantado a Corbyn y le ha retado a presentar la moción. Sabe que su previsible fracaso puede ser interpretado como un respaldo en la confianza parlamentaria hacia el Ejecutivo.
En ese caso, el Gobierno dispone de tres días hábiles para presentar un plan alternativo, según la exigencia planteada por una votación en Westminster. El aniquilador rechazo del Parlamento abre un escenario repleto de incógnitas a tan solo dos meses y medio del Brexit, previsto para el 29 de marzo.
“Esta es la votación más importante en la que participaremos muchos en toda nuestra carrera política”, dijo May en su última intervención ante la Cámara. “Y después de todo este tiempo de debate, de acuerdos y de desacuerdos, ha llegado la hora de tomar una decisión que definirá a nuestro país durante muchos años y que cada uno, voto lo que vote, deberá justificar durante largo tiempo”.
Fue el discurso más apasionado de una primera ministra consciente ya de que el Parlamento le iba a infligir un duro golpe. Y aun así, May repasó de nuevo una tras otra, en un desesperado intento por desmontarlas, todas las alternativas a su plan del Brexit. Un nuevo referéndum traicionaría la voluntad expresada en las urnas en 2016, quebraría la confianza de los ciudadanos en la democracia, y no aseguraría el fin de la división generada en los últimos años. La renegociación de un nuevo acuerdo con la UE es imposible a estas alturas. Y unas nuevas elecciones generales solo supondrían dos meses de parálisis para hacer frente, fuera quien fuera el que llegara al Gobierno, con el mismo problema.