Los curas Nicola Corradi y Horacio Corbacho fueron condenados a 42 y 45 años de cárcel respectivamente por abusos sexuales a alumnos sordomudos e hipoacúsicos del Instituto Antonio Próvolo de Mendoza, mientras que el jardinero Armando Gómez recibió 18 años de prisión.
El Tribunal Penal Colegiado 2 estuvo formado por los jueces Carlos Díaz, Mauricio Juan y Aníbal Crivelli. Como parte de la sentencia, la Justicia obliga al Ministerio de Salud de Mendoza a dar tratamiento a las víctimas y una serie de medidas reparadoras.
Los tres acusados llegaron a las 9 a la sala de audiencias y casi de inmediato los magistrados les preguntaron si tenían algo para declarar o decir. Los tres contestaron que no. Acto seguido, los tres jueces se marcharon a deliberar.
Durante los alegatos, que concluyeron la semana pasada, la Fiscalía había pedido 45 años de prisión para los sacerdotes, mientras que los querellantes solicitaron la pena máxima de 50 años, y la defensora oficial solicitó la «nulidad de todas las acusaciones» o «la absolución de los acusados».
Los fiscales Alejandro Iturbide y Gustavo Stroppiana imputaron a Corbacho por 16 hechos, que incluyen «abusos sexuales agravados con y sin acceso carnal y corrupción de menores», y a Corradi por cinco hechos de «abuso sexual y corrupción de menores».
En ambos casos las acusaciones están agravadas por el «carácter de ministro de culto y por ser los encargados de la guarda de los menores de 18 años».
En tanto, al jardinero Gómez, para quien la Fiscalía pidió 22 años y medio de prisión, se lo acusó de cuatro hechos de abusos sexuales.
El debate, que comenzó el 5 de agosto y demandó 49 jornadas, se realizó también a puertas cerradas y contó con la participación de intérpretes de lenguaje de señas. Psicólogos y psiquiatras que declararon ante el tribunal coincidieron en señalar que los testimonios de las víctimas eran «coherentes y verosímiles».
“Este dolor en el corazón no sana. Pero verlos condenados me hará creer en la Justicia”, describió ayer, en diálogo con Clarín, la denunciante que inició la causa contra los curas y empleados del instituto. La joven hipoacúsica, que hoy tiene 28 años y una pequeña hija, es testigo protegida. Fue la primera en romper el silencio que envolvía una trama de abusos sexuales y corrupción de menores alojados en el colegio de Luján de Cuyo, Gran Mendoza.
“Juntos nos sentimos más fuertes. No tenemos miedo. Ya nadie nos hará callar”, explicó otra víctima que había viajado desde San Luis para escuchar la sentencia, junto a sus ex compañeros de colegio.