Brasil inauguró ayer viernes la Copa América en medio de la primera huelga general contra el gobierno de Jair Bolsonaro, que asumió el 1º de enero, hace apenas cinco meses y medio.
La huelga no tuvo el impacto esperado por las centrales sindicales brasileñas. Pese a que, según los sindicatos, unos 45 millones de trabajadores adhirieron a la huelga, el clima de normalidad imperó en varias ciudades, incluso en algunas capitales estatales.
Paros parciales en el transporte, bloqueos de carreteras y algunos incidentes antes de las protestas de anoche mientras se esperaba el partido inaugural Brasil-Bolivia en San Pablo, marcaron la jornada.
La movilización fue convocada por los sindicatos en rechazo al proyecto de reforma jubilatoria que Bolsonaro envió al Congreso y que esta semana sufrió varios cambios debido a la resistencia de algunos legisladores a votarla.
La huelga fue grande en sectores como el petrolero, bancario y correo en varios estados, así como en la educación, donde estudiantes y profesores se movilizaron contra los recortes de presupuestos a las universidades que en mayo dieron lugar a dos protestas masivas.

También salieron a las calles simpatizantes del Partido de los Trabajadores(PT) a pedir por la liberación del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, preso desde abril de 2018 en Curitiba por corrupción y lavado de dinero.
La Operación Lava Jato, que llevó a Lula y a decenas de políticos y empresarios a prisión, está bajo observación esta semana debido a la filtración de conversaciones entre el ministro de Justicia, Sergio Moro, y los fiscales que actuaron. Moro fue el juez que determinó que Lula fuera a prisión.
“La huelga está siendo exitosa, a pesar de las prácticas antisindicales de patrones y tribunales e incluso con la represión policial en varios estados”, dijo a primera hora de la tarde el presidente de la Central Única de los Trabajadores (CUT), Vagner Freitas, en una manifestación en el centro de San Pablo.
En Río de Janeiro, miles de manifestantes se congregaron en la céntrica plaza de la Candelaria. Por la mañana, la policía dispersó con bombas lacrimógenas y de ruido a grupos que bloqueaban el tránsito en algunos puntos de la ciudad, según G1.
En Niteroi, un municipio cercano a la zona metropolitana de Río de Janeiro, un grupo de personas fue embestido por un vehículo particular durante las protestas.
El paro en el transporte fue parcial en la mayoría de las principales ciudades, y eso condicionó la huelga ya que mucha gente fue a trabajar.
En San Pablo -donde anoche el presidente Bolsonaro asistió al partido Brasil-Bolivia en el estadio Morumbí- una línea de metro fue totalmente paralizada y tres operaron parcialmente, según la compañía pública. Solo las líneas 4, que llega al Morumbí, y la 5, ambas de gestión privada, funcionaron normalmente.

Los autobuses municipales operaron con toda su flota, de acuerdo a la alcaldía paulista, así como los trenes. Pese a todo, en algunas estaciones se registraron aglomeraciones y retrasos que afectaron a parte de los más de 20 millones de habitantes que viven en la región metropolitana San Pablo.
“O para todo, o no se para nada. Parar solo a la mitad es una payasada. Quienes salimos perjudicados somos nosotros, los trabajadores”, se quejó ante la AFPTV la usuaria de transporte Vanilda Souza Vieira.
En otras capitales como Salvador de Bahía solo funcionó el metro, en tanto que en Brasilia, Porto Alegre o Recife se registraron paros parciales. En Belo Horizonte, el metro permaneció cerrado.
La reforma de las jubilaciones es una promesa con la que Bolsonaro ganó el apoyo de los mercados durante su campaña electoral.
El ministro de Economía, Paulo Guedes, la define como la llave maestra para reducir el déficit público.
El proyecto contempla un ahorro de 265.000 millones de dólares en 10 años. Pero las medidas para conseguirlo generan resistencias entre los legisladores, que deben aprobarlo por una mayoría de tres quintos en el plenario de ambas cámaras para que entre en vigor.
A fin de hacerlo más digerible, el redactor del proyecto retiró algunos puntos, como el que preveía transformar el régimen actual, de reparto, en una jubilación por capitalización individual. También excluyó medidas que afectaban las pensiones y a trabajadores rurales.
“En el segundo semestre, tal vez mediante un proyecto de ley nuevo, se insistirá en la capitalización, porque es el futuro del país y de los jóvenes brasileños”, dijo el ministro de la Presidencia, Onyx Lorenzoni.