El ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva sufrió hoy el golpe más duro de su carrera política al ser condenado en segunda instancia por corrupción pasiva y lavado de dinero por los magistrados del Tribunal Regional Federal de la 4ª Región (TRF4) de Porto Alegre, quienes ratificaron y ampliaron la condena que interpuso el pasado mes de julio el juez de Curitiba Sergio Moro.

Por unanimidad, los jueces Joao Pedro Gebran, Leandro Paulsen y Victor Laus aumentaron la pena contra Lula a 12 años y un mes de prisión, dos años y siete meses más que la pena original fijada por Moro.

«Hay pruebas por encima de lo razonable de que el expresidente fue uno de los principales articuladores, si no el principal, del esquema de sobornos en Petrobras», resaltó Gebran, el magistrado relator de la causa que en Brasil se conoce como Lava Jato, y que investiga una trama de corrupción enquistada en la petrolera estatal.

Con esta segunda condena el líder del Partido de los Trabajadores (PT) tendrá muy difícil su participación en las elecciones de 2018, a pesar de ser el candidato favorito de los brasileños.

Resultado de imagen para la Justicia confirmó la condena contra Lula

Hasta el momento el ex mandatario era el favorito de los comicios y sin él se espera la aparición de candidatos outsiders alejados de la política que puedan canalizar el descontento de los brasileños.

Con todo, el cumplimiento de la condena sólo se llevará a cabo una vez que se agoten todos los recursos. El ex mandatario todavía no iría a la cárcel y podría seguir con su campaña electoral e inscribirse como candidato el próximo 15 de agosto. A partir de esa fecha el Tribunal Superior Electoral (TSE) será quien decida sobre su participación en los comicios.

Pero en Brasil, según la Ley de la Ficha Limpia son inelegibles los candidatos condenados por crímenes contra la administración pública, por lo tanto se prevé que Lula quede fuera, si bien puede recurrir a los tribunales superiores por su derecho a disputar la Presidencia

División en las calles

Desde primera hora de la mañana las manifestaciones a favor y en contra de Lula se produjeron en al menos veintitrés estados. En la ciudad de Porto Alegre 30.000 seguidores del “petista” se concentraron a la espera del veredicto. En Sao Paulo los lulistas se presentaron en el Sindicato de los Metalúrgicos de San Bernardo desde donde el ex presidente siguió la sesión junto a su familia.

Fue allí donde Lula da Silva dio un primer discurso al mediodía, cuando apenas se conocía uno de los votos. Aseguró estar «tranquilo» y reconoció «tener mucho trabajo por delante» para demostrar su inocencia. «Lo que me están haciendo no es nada comparado con lo que sufren millones de brasileños que no han entendido la reforma laboral y van a ser masacrados», gritó entre los vítores de la militancia de fondo.

A lo largo de la tarde, la avenida Paulista se convirtió en la imagen de un país dividido con manifestantes petistas y anti-lulistas compartiendo la calle.

Y es que este juicio ha vuelto a poner sobre la mesa la polarización de la sociedad brasileña y las dos lecturas que hacen del mismo proceso: los lulistas lo entienden como una persecución política y ven en Lula la esperanza para que Brasil vuelva a apostar por las políticas sociales de redistribución de renta. Mientras que para sus detractores el ex presidente es el símbolo de la corrupción y esta sentencia, una victoria de la justicia. A su vez los grupos anti-Lula como el Movimiento Brasil Libre (MBL) apuestan por un estado menor y una economía más neoliberal.