La crisis de los acosos sexuales que sacudió a la Iglesia Católica estadounidense abrió un nuevo frente en el estado de Virginia Occidental, en una jornada en la que el papa Francisco aceptó la renuncia del obispo de Wheeling-Charleston, Michael Bransfield.

El Pontífice, además, envió hoy al arzobispo de Baltimore, William Lori, para que «investigue sobre las acusaciones de abusos a adultos» contra el alto prelado.

Lori confirmó la investigación. «Prometo llevar a cabo una investigación exhaustiva en busca de la verdad en las preocupantes acusaciones contra el obispo Bransfield y trabajar en estrecha colaboración con el clero, los religiosos y los líderes laicos de la diócesis hasta el nombramiento de un nuevo obispo», afirmó William Lori, según un comunicado de la Iglesia católica.

El anuncio llegó mientras comenzaba la reunión con el Papa de una delegación de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos. Bransfield es el primer obispo estadounidense desde 2002 en dejar su puesto por acusaciones públicas de abusos sexuales.

Otro alto prelado, el cardenal arzobispo de Washington Donald Wuerl, anunció ayer que pedirá al Papa que acepte la renuncia para permitir a la diócesis de la capital norteamericana «dar una vuelta de página». La diócesis de Wheeling-Charleston, que cubre todo el territorio de Virginia Occidental, abrió hoy una línea especial para recibir nuevas denuncias o informaciones útiles para la investigación.

El ex obispo, quien fuera tesorero de la Conferencia Episcopal, se hizo conocido como rector durante dos décadas de la Basílica del National Shrine de la Inmaculada Concepción en Washington. En su último encargo, había trabajado en reunir recursos para temas vinculados a la salud. Virginia Occidental, uno de los Estados norteamericanos más pobres del país, es el foco de la epidemia de los opioides, que está afectando la salud pública nacional.

La renuncia de Bransfield es el último acontecimiento en el escándalo que está golpeando los índices de popularidad del papa Francisco en Estados Unidos. La nueva crisis estalló en julio con el despido de uno de los más poderosos príncipes de la Iglesia Estadounidense, el ex arzobispo de Washington Theodore McCarrick, del Colegio de Cardenales.

Luego comenzaron a llover las acusaciones de antiguos seminaristas y sacerdotes. La última apareció hoy en el Washington Post y corresponde a Michael Reading, quien fue acusado en 1986, cuando tenía 26 años.