Las llaves, el celular, un nombre, lo que había que comprar en el supermercado y hasta dónde dejamos estacionado el auto. Olvidamos muchas cosas en el día, pero: ¿Cómo saber cuándo se trata de un despiste por mera distracción y cuándo de un incipiente problema de salud?.

Andrew Budson, profesor de neurología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Boston, lidia de frente con esta pregunta en su libro «Seven Steps to Managing Your Memory—What’s Normal, What’s Not, and What tos Do about It», que publicó en 2017.

En diálogo con BBC Mundo, el experto en trastornos de memoria arroja un dato que puede tomar por sorpresa a muchos y deprimir a otros tantos: «Lo creas o no, la memoria alcanza su punto máximo a los 20«,  dijo Budson.

Eso explicaría por qué es más fácil aprender un idioma o estudiar una carrera cuando somos más jóvenes. A partir de ahí nuestra capacidad va disminuyendo en una línea «bastante recta», según el neurólogo.

Así que nuestra memoria a los 30 y a los 40 ya no es tan buena como a los 20.

Qué es normal a qué edad

Según el experto, con la edad se producen tres cambios en la memoria que se consideran normales y forman parte del proceso natural de envejecimiento:

Primero: la gente empieza a necesitar que a veces le repitan algo varias veces para poder almacenarlo en la memoria.

Segundo: cuando intentamos recuperar un recuerdo, a medida que envejecemos, tardamos un poco más en «encontrar» esa información.

Tercero: a veces necesitamos una pista para poder recuperarla.

En un envejecimiento «normal» si la información entró correctamente a nuestro almacén de memoria deberíamos poder acceder a ella.

Budson dice que estos tres cambios en la calidad de nuestra memoria pueden empezar a notarse desde tan pronto como los 40 o los 50 años.

«Y ciertamente para cuando alcanzamos los 60, 70 y 80 casi todos los adultos saludables tendrán alguno de estos problemas».

Qué no es normal

En cambio, explica Budson, cuando existen problemas de memoria que no son normales, incluso cuando se repite la información o se le da tiempo a la persona para «buscarla», o pistas, y no logran recuperarla.

Eso pasa, por ejemplo, en el caso de las personas que tienen alzhéimer.

La gran distinción, explica el neurólogo, es si la información puede o no puede ser recuperada, incluso con ayuda de tiempo y pistas, cuando sabemos que fue correctamente almacenada.

Por otro lado hay distintos trastornos de la memoria y no todos están relacionados con la edad o la demencia.

Trastornos como la depresión y la ansiedad, la falta de vitaminas, o el hipotiroidismo, entre otras, así como los efectos secundarios de ciertas medicaciones, pueden causar problemas de memoria, pero afortunadamente son males que pueden ser tratados.

En el caso de los efectos secundarios de las medicinas, un cambio de tratamiento, siempre bajo supervisión médica, puede hacer que un problema de memoria mejore dramáticamente, dice Budson.

Cuándo pedir ayuda: dos señales de alarma

¿Pero cómo saber cuándo hay que pedir ayuda? En realidad no es tan fácil para una persona identificar qué cambios en su memoria son «normales» para su edad y cuáles no.

«Puede ser difícil», admite Budson. «No creo que sea algo intuitivo«.

Lo que el neurólogo recomienda, si tienes dudas, es preguntarle honestamente a tus amigos o familiares qué piensan, para saber si ellos han notado algún cambio.

En general hay dos señalas de alarma, dice Budson, que pueden preocuparnos.

«Una es cuando la gente tiende a repetirse, a hacer las mismas preguntas constantemente o a contar las mismas historias una y otra vez sin darse cuenta de que están repitiendo esa información.

«La otra es cuando alguien pierde la capacidad de hacer algo que antes sí podía hacer, como manejar las cuentas bancarias».