La deuda pública,que roza el 90% del Producto Bruto Interno (PBI), será «uno de los mayores y más urgentes problemas que enfrentará» el Gobierno que encabezará desde el 10 de diciembre próximo Alberto Fernández, advirtió la consultora Ecolatina.
Ese porcentaje sobre el PBI incluye «obligaciones en manos del sector privado, organismos financieros internacionales y otras agencias estatales», por lo que la nueva gestión «deberá definir rápidamente una estrategia para encarar el problema, que «difícilmente logre maximizar el crecimiento; y esperemos que logre minimizar los daños», agregó en un informe.
Recordó que durante el próximo mandato presidencial «vencerán alrededor de la mitad de los compromisos, a los que deberán sumarse el pago de intereses de estas deudas», y precisó que «dentro de esos vencimientos, se incluye la devolución de buena parte del préstamo recibido del FMI que deberá pagarse -conforme al cronograma vigente- entre 2022 y 2023».
«El Tesoro deberá desembolsar
en torno a US$ 38.000 millones
(cerca del 10% del PBI) hasta junio;
más de US$ 20.000 millones de estos
serán por pagos de deuda relevante».
Ecolatina también detalló que el Tesoro «deberá desembolsar en torno a US$ 38.000 millones (cerca del 10% del PBI) hasta junio; más de US$ 20.000 millones de estos serán por pagos de deuda relevante».
Frente a estas cifras observó que «con el riesgo país por encima de los 2.000 puntos, no será posible refinanciar estas deudas»; y se preguntó: «si se podrá conseguir el ahorro para pagarlas?».
La consultora analizó asimismo, que «la recesión, los límites (económicos y político-sociales) a recortar el gasto y elevar la presión tributaria y el alto peso de la deuda en moneda extranjera abren interrogantes sobre la capacidad de pago del stock existente».
«El cierre absoluto de los mercados de crédito refleja las dudas que tienen los inversores sobre nuestro grado de solvencia», agregó.
La consultora fundada por el ex ministro de Economía Roberto Lavagna, Ecolatina advirtió que si «no se puede refinanciar las obligaciones (por lo menos, hasta convencer a los acreedores de lo contrario), el Gobierno tendrá tres posibilidades: elevar la presión tributaria, exigirles un ajuste mayor a las prestaciones públicas o modificar las condiciones de pago de los pasivos».