La primera denuncia por acoso sexual contra el periodista Ari Paluch fue la punta del iceberg. La hizo la microfonista Ariana Charrúa ante el área de Recursos Humanos del Grupo América, y a ella le siguieron las declaraciones de dos locutoras, una productora y una maquilladora, que en todos los casos manifestaron que el conductor radial las había acosado. Su caso y el del productor de Hollywood Harvey Weinstein, señalado como acosador sexual por actrices como Angelina Jolie y Gwyneth Paltrow, entre otras, no hacen más que confirmar que el ámbito laboral es, muchas veces, escenario de situaciones de violencia de género. En Argentina, según cifras del Ministerio de Trabajo de la Nación, las denuncias por acoso sexual laboral pasaron del 5 al 7 por ciento del total de los casos en los últimos seis meses.

Entre enero y septiembre de este año, entre llamados y correos electrónicos, la Oficina de Violencia Laboral del Ministerio de Trabajo recibió 6.377 denuncias de acoso laboral: el 70 por ciento fueron hechas por mujeres y unos 450 casos fueron por situaciones de acoso sexual. Son, en promedio, casi dos denuncias de este tipo por día -las otras son por violencia psicológica y física.

«La violencia laboral contra mujeres es un campo muy poco visibilizado y menos aún resuelto, por eso tenemos que reclamar que estos temas no sean ignorados por empleadores e incluso por quienes rigen las relaciones laborales, como es el Ministerio de Trabajo», dice Mabel Bianco, presidenta de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer. Ada Rico, titular de la ONG La Casa del Encuentro, referente en el seguimiento de casos de violencia de género, sostiene: «Aún es imposible saber fehacientemente si crece o no el acoso sexual en ámbitos laborales porque antes se naturalizaba. Es algo que existió siempre, pero ahora se visibiliza porque las mujeres se animan a denunciarlo, pero esa actitud debe estar acompañada por respuestas de parte de la justicia. Esa mujer que se anima a denunciar debe ser contenida por el Estado».

Desde la oficina especializada que depende del Ministerio de Trabajo explicaron que el procedimiento habitual ante una situación de acoso laboral es, en principio, llamar o enviar un correo electrónico anónimo para recibir asesoramiento. Se puede avanzar con una denuncia ante el Ministerio, que se contacta con el empleador -no con el acosador- para que decida qué medida tomar, y un equipo interdisciplinario de abogados, psicólogos y sociólogos asesora a la víctima y al grupo de compañeros de trabajo para desnaturalizar conductas que hasta ese momento eran habituales.

«Lo principal en estos casos es que la mujer cuente con la oportunidad de denunciar. Esto se puede tornar más complicado cuando el agresor es el jefe. Pero si la mujer siente que la van a escuchar, es muy probable que haga la denuncia. Por eso es importante que la empresa no tolere este tipo de acciones», responden desde el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género. En el caso de Paluch, que cobró gran notoriedad mediática, el Grupo América decidió desvincularlo.

«Por estos días, el caso de Paluch se volvió muy relevante. Pero el acoso laboral de índole sexual se da en muchas empresas, y muchísimo en el caso de mujeres que trabajan en el servicio doméstico. En general, no se trata de un acoso que busque mantener una relación sexual, sino una demostración del poder que se ejerce sobre la otra persona: no hablo del poder que puede tener un jefe sobre alguien que está por debajo, sino del poder que ejerce un varón sobre una mujer por el solo hecho de serlo», reflexiona Rico, y agrega: «Hay que trabajar en ese cambio cultural». En ese sentido, Bianco indica: «Los abusos que fueron silenciados durante años afloraron cuando la conciencia sobre qué es la violencia contra las mujeres se volvió más reconocida en la sociedad, entonces hechos así ya no se asumen como algo ‘normal'».