Aunque a lo largo de las generaciones pasadas se enseñó muchas veces «a los golpes» lo que está mal, ahora la ciencia comprueba cada vez más que ese no es el mejor camino si queremos criar niños sanos física y mentalmente. El «autocontrol» de los padres aparece entonces como un aspecto crucial, que exige aprender nuevas estrategias para lograr esa -en ocasiones titánica- tarea de poner límites, apaciguar berrinches y revertir conductas inadecuadas.

En concreto, el castigo corporal o el uso de las nalgadas como herramienta disciplinaria aumenta la agresión en los niños pequeños a largo plazo y resulta ineficaz para enseñarle al niño sobre responsabilidad y autocontrol. Pero no solo eso. La nueva evidencia sugiere que puede causar daños en el niño al afectar su normal desarrollo cerebral.

En cambio, otros métodos que permiten enseñarle a discernir entre lo que está bien y lo que está mal son más seguros y efectivos, según puso de manifiesto la Academia Americana de Pediatría (AAP) -que nuclea a 67.000 médicos de esta especialidad-, a través de una declaración actualizada al respecto.

 

Una madre sostiene la mano de su hijo./Archivo

 

El documento de la AAP, titulado «Disciplina efectiva para criar niños saludables», fue presentado la semana última durante la Conferencia y Exhibición Nacional de esta sociedad científica, en Orlando, y será publicado en la revista «Pediatrics» en su edición del mes próximo. Su objetivo es erradicar los castigos físicos y verbales como métodos correctivos, los cuales son legales en todos los estados del país.

Un estudio anterior, realizado en 2016 conjuntamente por las universidades de Texas y de Michigan y publicado por The Journal of Family Psychology, destacó que los castigos físicos pueden provocar un peor comportamiento y más agresividad a largo plazo y tienen los mismos efectos que haber sufrido «abusos físicos» durante la juventud, aunque de manera «ligeramente inferior».

Castigo físico: «Todo castigo en el que
se utilice la fuerza física y se pretenda
causar cierto grado de dolor o incomodidad,
aunque sea leve»

 

La Iniciativa Global para Acabar con el Castigo Corporal a los Niños define el castigo corporal o físico como «todo castigo en el que se utilice la fuerza física y se pretenda causar cierto grado de dolor o incomodidad, aunque sea leve». Esto implica, principalmente, golpear a los niños con la mano (bofetadas o azotes) o con un instrumento (látigo, palo, cinturón, zapato, cuchara de madera, o similar); pero también puede conllevar dar patadas, sacudir, empujar, pellizcar, morder, o tirar del pelo o las orejas a los niños, además de obligarles a permanecer en posiciones incómodas o a ingerir, de forma forzada, algún producto, por ejemplo, lavar la boca de un niño con jabón o hacerle tragar especias picantes.

Por otro lado, las formas no físicas de castigo por parte de los padres también tienen efectos perjudiciales sobre la autoestima de los niños. Aquí se incluyen, entre otros, el castigo que menosprecia, humilla, avergüenza, denigra, amenaza, asusta o ridiculiza al niño.

Los problemas económicos, las enfermedades
mentales, la violencia de pareja o el consumo
de drogas aumenta el riesgo de propiciar castigos
físicos a los hijos.

 

Existen evidencias de que el apoyo al castigo corporal entre los padres está disminuyendo en los Estados Unidos. En 2004, muchos de ellos consideraban los azotes como una forma socialmente aceptable de disciplina, pero una encuesta nacional, realizada en 2016, muestra que dicho apoyo cada vez es menor, particularmente entre los padres jóvenes.

El castigo corporal, como medio educativo, es más frecuente en hogares con padres que sufren síntomas depresivos, que recibieron una educación de estas características, o que están influenciados por un trauma de su juventud y relacionan los comportamientos negativos de sus hijos con sus propias experiencias pasadas. Además, el riesgo de propiciar castigos severos a los niños aumenta cuando la familia está experimentando factores estresantes, como problemas económicos, enfermedades mentales, violencia de pareja o abuso de sustancias.

Consecuencias del castigo corporal

Según los investigadores de la AAP, el castigo corporal está relacionado con un mayor riesgo de trastornos, tanto de comportamiento como cognitivos, psicosociales, físicos o emocionales, en los niños que los sufren. Los golpes a niños menores de 18 meses aumentan la probabilidad de que padezcan lesiones físicas, pueden llevar a un comportamiento agresivo en niños en edad preescolar y escolar, y aumentan los enfrentamientos de los hijos con los padres, dañando así la relación filio-paternal.

Por otra parte, el castigo corporal se asocia con una mayor probabilidad de padecer trastornos mentales, intentos de suicidio y consumo de drogas en la edad adulta.

El castigo físico en el mundo

En 1989, la ONU, a través de su Comité de los Derechos del Niño, instó a todos los estados miembros a prohibir el castigo corporal de los niños e instituir programas educativos sobre disciplina positiva. «Las partes tomarán todas las medidas legislativas, administrativas, sociales y educativas apropiadas para proteger al niño de todas las formas de violencia física o mental, lesiones o abuso, negligencia o tratamiento negligente, maltrato o explotación, incluido el abuso sexual, mientras esté bajo el cuidado de los padres, tutores o cualquier otra persona que cuide del niño», señaló.

De acuerdo con los últimos datos de Unicef y la Iniciativa Global para Acabar con el Castigo Corporal a los Niños, publicados en 2017, en la actualidad, únicamente sesenta países a nivel mundial han implantado leyes que prohíben totalmente el uso del castigo corporal contra los niños en el hogar. Entre ellos, Suecia fue pionera en adoptar una legislación en 1979. España, modificó, en diciembre de 2007, el artículo 145 del Código Civil, que permitía que los padres o tutores «corrigieran» moderadamente a los hijos. A partir de entonces, estos deben «respetar su integridad física y psicológica».

Sorprende la situación de algunos países culturalmente avanzados. Así, Francia, Italia o Reino Unido no tienen prohibiciones o tienen leyes poco claras, mientras que la legislación canadiense defiende el derecho de los padres «a administrar castigos físicos a sus hijos de entre dos y 12 años, pero sin usar objetos o golpes en la cabeza».